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Andrei Atanasovski



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     Demente
          (del lat. demens, -entis).
            1. adj. Loco, falto de juicio. U. t. c. s.
            2. adj. Med. Que padece de demencia ( deterioro de las facultades mentales).
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¿Por qué soy un demente?
¿Será porque dejo muchas veces el juicio de lado para adentrarme en fantasías, mundos quiméricos y paralelos en los cuales hallo refugio de la decadente realidad?  No creo, eso podría hasta pasar por un mero autismo leve, voluntario, selectivo y, de todas formas, pasajero.
¿Será por el constante deseo anárquico de ver cómo el mundo se dirigiría al compás del más absoluto caos y libertinaje? Maybe not. Mis ideales anárquicos suelen apoderarse de mí por cortos periodos, sobre todo al sufrir las desgracias a las que nos somete la burocracia estatal. Al pasar mi rabia, vuevlo a ser de derecha rancia.  
¿Será por la intensidad con la que puedo odiar a un ser, solamente comparable con la intensidad del amor? Pas de tout. El odio y el amor siempre son los sentimientos más intensos. El grado de enfermedad que desencadenan, eso sí va acorde al grado de probable locura o quizás teatralidad, con la cual uno expresa sus sensaciones. 
Llego entonces a una disque-conclusión que, dada la circunstancia, es otra interrogante.
¿Estoy del todo demente? Sí, hace mucho respondí aquella pregunta: pienso y siento distinto al resto, hablo lo que pienso, hago lo que siento; por consiguiente, hago y hablo de manera particular, peculiar y hasta única. Por  momentos pensaba que el resto estaba loco, y yo era el único sano, pero es imposible que todos estén locos, así que terminé por asumir mi condición mental de deterioro constante en un mundo donde el deterioro está a la orden del día, de la mano del ecléctico cambio y la adaptación constante de nuevas ideas, modas y formas de vida, las cuales convergen de manera cíclica con las ansias del ser humano de poder hallar cierto sedentarismo cuando hasta los ideales han vuelto a ser nómadas. Yo me considero estar fuera de este círculo, considero que corro del molde, salgo de lo cotidiano; estoy en un vaivén con aquel movimiento cíclico que tanto sigue el resto. Yo lo observo desde afuera, pero a la vez muy cerca, y me río de cómo los corderos siguen al rebaño. Y me río, porque aquellos infelices, sin saberlo, desearían ser, al igual que yo, un demente.